lunes, 18 de febrero de 2008
Santa Rosalía: Hinchas a la fuerza
En Santa Rosalía, un remoto municipio de Vichada que no tiene equipo de fútbol ni estadio, que no ha sido semillero de ilustres varones del balompié y donde es más fácil ver un campeonato de coleo que un cotejo de 11 contra 11, sus habitantes –como si fueran furibundos hinchas– visten cada día la camiseta de Millonarios.
No son miembros de las barras bravas. No le están rindiendo un homenaje al equipo de 13 estrellas. Algunos ni siquiera reconocen a sus jugadores –“¿Ciciliano? ¿Quién es ese?”–. Y por televisión es difícil seguir las andanzas del cuadro azul porque en esta población de 3.000 habitantes la energía funciona por ráfagas: en la mañana, durante algunas horas, y un rato en la tarde después de las 5. Así que no vieron el gol que marcó Luis Zapata contra Sao Paulo en Brasil (hace casi un mes) ni verán los partidos de los domingos.
Sin embargo, llevan muy bien puesta la camiseta azul. La usan para ir al estadero, para montar a caballo, hacer diligencias en la bicicleta, limpiarse el sudor… Es normal ver a los pobladores con este atuendo, como si se tratara de su pinta diaria. Y el pueblo, en plena actividad, luce como un gran campo de fútbol; un trámite legal se convierte en una gambeta, ir a la tienda es un córner, visitar a la novia en horas poco santas es un fuera de lugar y cualquier hurto es un penalti. Y a veces, en las noches, se anotan goles.
Pero fue el agua la que trajo el azul y el aire del balompié al pueblo. Con una gran inundación ocurrida en junio de este año –la peor en 20 años– llegaron los uniformes a Santa Rosalía. El 96 por ciento de Pueblo Viejo, la parte baja del municipio, quedó cubierto de agua. “Hubo graves pérdidas materiales, los pisos se destruyeron, fue muy grande la mortandad de animales y el río se llevó las pertenencias de muchos. La gente navegaba en embarcaciones por las calles del pueblo”, cuenta el alcalde del municipio, Tito Roberto Guarín, mientras señala en la pared de su oficina una especie de marca, a unos 30 centímetros del piso, que evidencia el nivel hasta el que llegó la inundación.
Y, entonces, por cuenta de la Cruz Roja, que entregó un paquete de camisetas de fútbol a los damnificados por la furia del río, arribaron las azules (y algunas verdes) al pueblo. Se entregaron 500 camisetas de Millos, 15 del Nacional “y una del América para mí. A caballo regalado no se le mira el diente”, bromea el alcalde antes de salir en su vehículo oficial, una moto en la que se monta su fiel guardaespaldas, un french poodle que ya está amarillo de tanto polvo.
Tantas camisetas del equipo embajador causaron cierto desconcierto entre quienes eran simpatizantes de otras escuadras. “Yo soy hincha del Nacional y creo que la mayoría lo era”, dice un habitante, mostrando con orgullo su camiseta de rayas verdes. “Pero con la inundación parece que todos se volvieron de Millos”. Para estos hinchas a la fuerza del ‘ballet azul’, su jugador favorito es Gerardo Bedoya, o por lo menos es al que más reconocen, porque no nombran a nadie más. Quienes más disfrutan de esta súbita fiebre azul son los policías que custodian el pueblo y que vinieron de Bogotá, y aunque están alejados de su casa, pueden sentirse todos los días como en un domingo en el estadio El Campín con tanta gente vestida con la camiseta de su equipo. Por eso están dispuestos a hacerlos unos verdaderos hinchas; después de todo, ya dieron el primer paso. Otros, por su parte, se preguntan: “Oiga, si hay otra inundación ¿no será que mandan camisetas de la Selección?”.
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