lunes, 18 de febrero de 2008
Chinulito: Retorno al hogar
El dolor no es una palabra que sirva para describir cómo se ve Chinulito hoy. Las casas de un corregimiento en el que vivían 2.000 personas en el año 2000, son tapias abandonadas que se va tragando la maleza: hoy no hay más de 300 personas. Hay una estación de Policía en la que alguna vez funcionó el colegio. Hay una tienda regentada por una familia de desplazados de Don Juan, un corregimiento cercano a Macayepo, en donde la violencia paramilitar y guerrillera no dio tregua.
La canícula hace sudar a chorros a los 40 policías que no pasan de los 28 años y que fueron los primeros en llegar, hace año y medio, a este corredor estratégico. Ninguno de ellos es de esta región. Todos dicen que las cosas hoy están tranquilas. Aún así, la tensión y la violencia están en el aire de este caserío.
De las 55 familias que han vuelto a Chinulito, 49 eran oriundas del lugar, las restantes, como la de los Ricardo, pertenecen al plan retorno que asigna tierras a campesinos que no pueden vivir en sus lugares de origen. Junto a una mesa de billar sin paño está Marlon Vanegas, de 28 años: “Me fui hace siete años. Él era de los que aquí tenía negocios más grandes. Una noche se fue a llevar a una muchacha que iba a parir a Tolú viejo, porque acá a esa hora no había médico. Cuando regresaba, como a la una de la mañana, había un retén de la guerrilla. Él no vio personal ahí y siguió y de pronto fue que lo levantaron a tiros. Le reventaron la pierna, un brazo”.
Marlon señala a uno de los pocos que se fueron a Sincelejo y regresaron ante la dureza de la vida en la ciudad. Antes de que él llegue, Marlon mira al pueblo, a lo que queda de él y señala en dónde estaba la farmacia, en dónde la tienda, en dónde la iglesia, en dónde los billares: todos son lotes baldíos hoy. Manuel Correa tiene 62 años, nació en Don Gabriel. Se fue, pero sólo duró un mes por fuera. Era carpintero antes de irse. Después comenzó a volver a escondidas hasta que decidió quedarse entre la maleza y armar un rancho en la que fuera su casa de material. “Era temeroso, esto por aquí solo. Venía la Policía, pero en la tarde se iban”. Sus hijos y su esposa se quedaron en Sincelejo. Hoy vive solo en Chinulito.
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