viernes, 15 de febrero de 2008

Cereté: Los vecinos de Raul Gomez Jattin


La casa en la que pasó buena parte de su vida Raúl Gómez Jattin, poeta de raigambre sinuana que murió hace 10 años en Cartagena, es hoy una fundación para discapacitados físicos. De su casa de palma, en la que vivió con su madre Lola, en la que pasó épocas diversas a lo largo de su vida, sólo queda un solar inmenso en el que ya no crecen los mangos que invitaba a comer a sus estudiantes. De Raúl Gómez Jattin en Cereté queda la Casa de la Cultura, que lleva su nombre; un diccionario que atesora Nubia López, que perteneció al poeta y en donde, dice ella, él aprendió todo lo que sabía. De su cuarto, en donde se encerraba a escribir versos o a cantar El Mochuelo, su vallenato preferido, sólo una mancha en una pared señala que por allí se entraba.
Sentados en una tienda, a dos casas de donde vivió la familia Gómez Jattin, Otto Lombana y Bernardo Jacinto Mercado recuerdan al Raúl –así le dicen allí, sin el manierismo intelectual que lo volvió Gómez Jattin– lúcido, alto, que dictaba historia y geografía y fumaba como un demonio. Son dos hombres que rozan los 50 años y que cuando hablan del poeta, se refieren a él como un hombre sociable, extrovertido. Un profesor que no preparaba clase. Un tipo que memorizaba cualquier cosa y que enseñaba hablando y haciendo preguntas, antes de ofrecer respuestas. Mercado recuerda también que Raúl tenía la costumbre de anotar 20 cifras de cuatro números que sus alumnos le dictaban, “luego él se volteaba y las recitaba de arriba a abajo y de abajo a arriba”. Los dos ríen cuando recuerdan a ese muchacho vivo, que nació en Cartagena en 1945, pero que se sentía sinuano.
Los dos son severos con los tiempos difíciles que vivió Gómez Jattin a partir de los años 80. “A Raúl lo ‘jodió’ Bogotá”, dice Mercado. “Nosotros no conocimos al Raúl marihuanero, ni al marica, ni al que volvió para ponerse una camisa rota y un sombrero vueltiao viejo. Aquí hay personas locas, muchas, pero como Raúl, otro no se ha visto”.
Si sus dos alumnos hombres no aprueban la vida que llevó Raúl después de irse a vivir a Bogotá y estudiar derecho en la Universidad Externado de Colombia, la mujer que está sentada en una mesa almorzando en la que fuera la casa de los Gómez Jattin parece pensar otra cosa. Nelly Berrocal fue alumna de Gómez Jattin en la Normal Superior del Carmen. Él era su profesor de historia y además “era un bollazo”. Apuesto, Nelly lo recuerda con guayaberas blancas holgadas y jeans blancos apretados. Nubia remata: “¿Cuál es el reto de un poeta”, me dijo la última vez que lo vi. Le contesté que no sabía. Se puso de pie y, vociferando, me dijo: “Boba, boba, una hoja en blanco. Ese era Raúl Gómez Jattin en Cereté, un tipo que jamás dejó de hacer preguntas”.

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