viernes, 15 de febrero de 2008

Lorica: "Mi nombre es Marcial, mi apellido Alegria"


“Soy colombiano, pero mi bisabuelo era japonés. Él vino cuando la Guerra de los Mil días, de Rafael Uribe, porque Colombia le pidió fuerzas a Japón. Ellos llegaron a Coveñas. Un japonés se enamoró de una china, y la china se enamoró del japonés. Hicieron el amor durante un mes. El japonés se fue y ella quedó encinta. Al alumbrar, ella no le puso el apellido de él. El apellido de la china era Alegría. Y bautizó a su hijo José de los Santos Alegría. Se casó con una señora llamada Anita Gaspar y tuvo ocho hijos.
Nací en 1936, el 20 de marzo. A las 4 de la mañana me botó mi mamá sin ropa sin camisa cuando el padre estaba dando misa. Mi padre me enseñó a ser un agricultor. A sembrar cosechas: ñame, plátano, ajonjolí y frijoles. Fuí pescador. Pero no encontraba cómo ganar el centavo. Así que un día me fui a ver una película en el Teatro de Lorica, pues este pueblecito era muy oscuro y no había con qué divertir la vista. Ahí en Lorica me vi la película Quinto patio, donde la protagonista era una señora pobre, que pasaba lavando ropa, cargando carbón y que tenía un niño de 10 años. Un día, en el barrio pobre de México, el gobierno lo agarró, le compraron lienzos, acuarelas, lo pusieron a pintar. Ahí le hicieron una exposición colectiva y se ganó el primer premio. Ahí me puse a pensar: ¿Qué hace ese niño que yo no pueda hacer? Compré unas pinturas, y empecee a pintar.
Un día llegó un gringo a buscar guacas en el cerro La Mojana, por Momil. Le dijeron que acá en San Sebastián podía encontrar piezas originales. El tipo llegó a mi posada y vio las pinturas sobre cartulina y dijo, ‘¡Oh! Pintura primitivista’. Ese fue el primero que me dijo maestro. Me preguntó si vendía las pinturas. Le dije que sí, que a 50 pesos. Le bajé las 10 cartulinas. Me dijo que no tenía plata colombiana, que tenía dólares. ¡Me dio 200 dólares! En 1961, eran como 6.000 pesos... con eso pude hacer este ranchito.
Así comenzó a enterarse la gente. Seguí pintando. Los periodistas se interesaron. Una señora, Graciela Samper, me organizó una exposición en Cartagena. Ahí los cuadros los vendí a 100 pesos. Comenzó a venir gente de otros países: dejé la cartulina y los madeflex y comencé en el lienzo. Hoy estos cuadros, y que Dios no me dé el pan de comer si les miento, los he vendido cuadros en 16 países. Soy pintor primitivista, sin saber leer ni escribir. Mi nombre es Marcial, y mi apellido: Alegría”.

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