viernes, 15 de febrero de 2008

Montería: La otra orilla (Plancheros del río Sinú)


Si se montara en ‘La Caribeña’ y conociera de cerca de uno de los 25 plancheros o “timoneles de embarcación menor”, como dice una licencia expedida por el Ministerio de Tránsito y Transporte, comprendería que toda la Costa vive del rebusque. Los planchones que se extienden sobre el Sinú en Montería, la capital de Córdoba, llevan décadas funcionando cuando el río era próspero y las carreteras no existían. Hace 14, Rafael Cogollo compró uno de ellos. Y, desde entonces, Cogollo es uno de los más conocidos plancheros. Los planchones no son otra cosa que dos chalupas sobre las que se ha construido una plataforma de madera, un techo de lata sostenido con vigas y un techo de lata. Funcionan con una técnica particular: son como un barco al revés. Las embarcaciones van amarradas a una guaya de acero que las mantiene, gracias a la tensión, a flote, y la corriente del Sinú los hace avanzar. Quien los vea de lejos podría imaginarse en un río del Asia sobre el que flotan pagodas en las que viven pescadores ancestrales.
Cogollo es una especie de navegante que perdió la gracia del río. “¿Se imagina lo emocionante que es todo el día de allá pa’cá?”. Gana 10.000 pesos diarios por un oficio que exige brazos fuertes y paciencia. La suya es una ruta fija que no tarda más de tres minutos de orilla a orilla. La ciudad está dividida por el río. En la ribera oriental está la Montería próspera: la del camellón nuevo, un centro desordenado y una especie de isla con centros comerciales, casas millonarias, y restaurantes: le dicen ‘Miamicito’.
Un planchón puede costar 30 millones de pesos, dice Cogollo. Quizá la estructura no valga más de cuatro o cinco, pero la ruta, es decir, su cable, su tradición, su pedazo de río, su cupo de transportador, cuesta exactamente eso. En un día de semana Juan pasa unas 180 personas. En general son vecinos de los barrios de la orilla izquierda, como la llama él. O estudiantes que van a la Universidad del Sinú, que queda en esa zona. Una que es la de los barrios populares, como Juan XXIII, El Minuto o Campo Alegre. Sobre esa ribera occidental hay por lo menos 20 estaderos que parecen compiten por el estruendo. Es la orilla en la que hace unos años patrullaban o bebían los paramilitares. Es la orilla en que alguien me confiesa que las cosas con los paras no paran. Dicen que hacia Moñitos, Puerto Escondido y Arboletes siguen sacando toneladas de coca. Dicen que hay ejércitos de hombres uniformados que siguen patrullando la zona. Dicen que en septiembre aparecieron al menos ocho personas muertas.
Es la orilla en la que vive Juan, en la que vive Carlos Salguero, otro copropietario que lava motos y no sabe mucho de planchones, pues son su padre y su hermano quienes llevan el negocio. Es la orilla en la que vive David Barrios, un muchacho de 20 años que los fines de semana es timonel de embarcación menor, y entre semana se gana la vida lavando carros en la 42. Es la otra orilla de Montería.

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