lunes, 18 de febrero de 2008
Barranquilla: El muelle está quebrado
Caminar los 1.500 metros de extensión del muelle de Puerto Colombia (Atlántico) es parecido a entrar a una casa a punto de derrumbarse. Hay hierros oxidados, un viaducto completamente deteriorado y huecos enormes.
Por este kilómetro y medio construido por el cubano Francisco Javier Cisneros, en 1888, entró buena parte de los emigrantes al país: por allí desfilaron sirios, libaneses, hebreos, italianos, alemanes, rusos, ingleses y polacos, entre otras nacionalidades, huyendo de las sucesivas guerras europeas o de las ocupaciones. Allí también fue anclado uno de los primeros buques de la armada, el Escuela Boyacá, en 1934.
El último huracán, en 1999, sumergió la playa que formaba una barrera natural y la laguna de Balboa. Pero ha sido más poderosa la falta de compromiso nacional, departamental y nacional. En 2003 se impuso una acción popular para salvar el muelle, lo que, a pesar de algunas visitas de funcionarios del Ministerio de Cultura, no ha sucedido.
La historia del deterioro de Puerto Colombia puede tener razones naturales, pero es probable la sospecha de que no es una prioridad recuperar el sitio turístico. Se comprueba apenas se abandona el muelle y el viaducto y se visita la que fuera la aduana, una caseta amarilla republicana que aparece en fotos y se cita y se visita, pero sólo por fuera. Alguna vez Casa de la Cultura, hoy es un lugar para tomar la sombra. Acodado sobre uno de los parales está Vader Kandla, hijo de un intérprete inglés que vino a Colombia en los años 20 al puerto. Kandla es pensionado de Foncolpuertos y dice que él no se preocupa por lo económico, pero sí se siente asistiendo al desastre de ver cómo ni las fiestas del mar –que originalmente comenzaron aquí– ni la industria turística, y menos la cultura, sean interesantes como inversión. “¿Casa de la cultura? –dice señalando la edificación que huele a orines–, esa es la cultura de este pueblo”.
La alcaldía es otra de las edificaciones históricas de Puerto Colombia que se encuentran en un estado deplorable. Preguntamos por el alcalde. Nos atiende el secretario de gobierno, Orlando Wharff Angulo, un hombre moreno, amable, que habla con parsimonia. ¿Por qué no hay signos de inversión en uno de los pueblos con más potencial turístico e histórico de la costa? Dice Wharff que la responsabilidad es del gobierno nacional y no del municipio. “Vamos a hacer una inversión a través de la secretaría de cultura”. ¿Pero si la casa de la cultura está cerrada? Dice que la trasladaron por elecciones a algún lugar cercano al club náutico, que jamás encontramos.
Unas elecciones que parecen ser el único tema en Puerto y a las que Wharff achaca las críticas de los porteños: “en esta época todo el mundo critica para poderse subir ellos, así es por acá”. E insiste en que miremos el pueblo y comprobemos cómo todas las calles están pavimentadas; la educación es gratuita en los dos últimos grados del bachillerato –aun sin estar estipulado en la Ley general de educación– y los servicios públicos están cubiertos. Es cierto. Pero también lo es que el puerto por donde entró la poca inmigración a Colombia, está a punto de desaparecer.
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