lunes, 18 de febrero de 2008

Orocué: Conectados


Sin duda los visitantes que quieran vivir un choque cultural, atraídos por la imagen romántica de indígenas de taparrabo que celebran rituales místicos, se chocarán, pero con su propia visión anacrónica. Aquí, en el resguardo indígena El Duya, como en la mayoría de los ocho resguardos de Piñalito, Orocué, sus habitantes visten camisas de rayas, tenis y yines. Quien piense que estos indígenas aún sienten que la cámara “les roba el alma”, se encontrarán con que ni siquiera es necesario seguir un protocolo para tomarles fotografías. Aunque no falta el que insinúe que posará a cambio de una cerveza. En las paredes de sus casas de cemento hay afiches de sus candidatos a los cargos gubernamentales.Fuman cigarrillos Mustang, bailan vallenatos y siguen en sus televisores Día a día y Padres e hijos. “Mi programa favorito es los ‘Power Rangers’”, dice uno de los más pequeños de la comunidad con perfecta pronunciación. Aún no ha aprendido a hablar la lengua de su etnia, la sáliba. El Direct TV que instalaron recientemente y el DVD les dan nuevas opciones para entretenerse.
“Nuestra gente se ha civilizado gracias a toda la información que hay y a Internet”, asegura el gobernador de esta comunidad, Juan José Pumené. Con “civilizado” se refiere a los 15 computadores de banda ancha que les da gratuitamente la multinacional Comsat, y que está disponible durante varias horas al día. Sólo es cuestión de ir al aula virtual en la cómoda sala que hasta tiene aire acondicionado. Dos ‘lujos’ que no son fáciles de encontrar en Orocué, donde quien quiera consultar alguna página web, tiene que esperar su turno en una caseta que cobra por el servicio. Además, la idea es que en el resguardo empiece a funcionar la primera universidad del municipio, que será virtual. Pumené es enfático al advertir que se trata de acceder al “progreso” y adaptarse a los tiempos modernos, sin que eso signifique perder su identidad.
Y es que esa es la crítica que le hacen a la etnia algunos habitantes de la región que consideran que los indígenas están mejor que el resto del pueblo. “Viven de ser indígenas y están acostumbrados a que todo se los den molido por las regalías. Ya casi ni bailan su danza tradicional, la del botuto, como lo hacían habitualmente”, se queja doña Ubaldina Espinosa. Gustavo Pónare, mitad sáliba y mitad piapoco, profesor de una escuela indígena, cuenta que su lengua materna es el piapoco porque nadie le enseñó la sáliba, “y ya son pocos los que la hablan”. Pese a que las nuevas generaciones no conocen el dialecto, en la escuela de El Duya hay profesores bilingües que lo enseñan a los niños, en un esfuerzo por recuperar sus raíces. “A nadie niego mi origen, ese es mi orgullo, pero no comparto la visión de las comunidades indígenas que se rehúsan a tener algo que los pueda favorecer”, concluye el gobernador Pumené.
Los pobladores del resguardo afirman que habitan el territorio de sus ancestros, y que este, que tiene 25 años de existencia, que empezó con 15 familias y que ahora tiene 100, es una manera de preservar la propiedad sobre la tierra y trabajarla de una manera colectiva, como indica su tradición. Por eso poseen una finca y un ganado comunitarios. Tienen sus leyes internas como castigar públicamente a quien cometa una falta. “Seguimos madrugando a hacer casabe y mañoco y hacemos el baile del botuto el 2 de febrero, día de Nuestra Señora de la Candelaria, pues nuestros padres le tenían una gran devoción”, sostiene el gobernador, quien reconoce que no practican tantos ritos espirituales porque aquí, más que nada, “somos cristianos”.

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